Darío
Iglesias
Prólogo
de Nelson Díaz
Con el tiempo mi padre me explicó
que por algún motivo, los gatos los ahuyentan. Él había tenido uno que había
vivido casi veinte años, y decía que ya era hora de adoptar otro. Cuando llegué
de la escuela al día siguiente, me esperaba una caja de cartón en la cocina de
donde salían unos maullidos casi imperceptibles. Le pusimos Pantaleón. Era
negro, y con el tiempo se hizo grande como una mochila. Se supone que gracias a
él dejaron de aparecérseme los Brosniedros, pero yo sabía que seguían ahí.