Dos cuadras sin aire

Confesiones de un oriental cuerdo, en desacuerdo

W. Darío Amaral



“Si a ciencia cierta supiera de que mi alma pudiese valer al menos dos o tres centavos de un dólar, no dudaría en ofrecerla al primer postor que corriese el riesgo de pagar esa miseria por ella. Pero el dilema venía siendo desde hacía tiempo el mismo: no encontrar siquiera el más zopenco y carcamán interesado en adquirir tamaño esperpento. Estaba claro que comenzaba a padecer las previsibles secuelas de haber hecho oído sordo a todo aquello que no tuviera alguna relación con lo que creía ciegamente podría trazar la accidentada línea de mi destino de escritor. En mi mundo no parecía existir con claridad un divorcio entre el escritor que pretendía llegar a ser y el hombre que en verdad me estaba convirtiendo; fracasar como escritor significaba para mí fracasar también como hombre.”

El monstruo sigue vivo


Ana G. Broggio -  Ma. Ximena Rodríguez Molinari



En 1818 una mujer joven escribió una novela de alcances insospechados. Lo hizo en la Europa post napoleónica y agonizante, marcada por la escasez, el frío y el desencanto. Fue una época de entierros prematuros y ahogados aparentes que luego resucitaban, de disecciones y discusiones sobre anatomía, de traficantes de cuerpos, del galvanismo y de la búsqueda incesante de una respuesta para el misterio de la vida.
Vivimos en un mundo de mitos y discursos que interpretan la realidad y es tal la fuerza de esas construcciones que son el cristal por donde observamos el devenir de las cosas. Si estas narraciones son ciertas o no, poco importa, ya que reflejan saberes, temores y estereotipos que nos constituyen.
Hoy, como creadores de “monstruos”, robots, androides, replicantes o ciborgs tenemos nuevos “espejos negros” para contemplarnos como especie. La pregunta que queda en el aire es: ¿hasta qué punto nos hacemos responsables del devenir de nuestras creaciones? O bien, ¿nuestras creaciones deberán hacerse responsables de nosotros?

Surco marcado

Ramón Jiménez Sosa



Chevalier. Qué curioso. Como Maurice.
—En efecto, como Maurice. Como veo que conoce franceses, le pregunto mon cher ami, por otro. ¿Conoce a Petain?
—Algo me suena. ¿A qué se dedicaba?
—Militar. Busco una calle en Montevideo con su nombre. ¿Sabe dónde es?
—No me doy cuenta. Si tiene mucho interés puedo ir hasta la librería a buscar un mapa —dijo Ovidio.
—No se preocupe. La encontraré.
—¿Tiene familiares en esa calle?
—No. Vine a escupirla.
—¿Se vino a Montevideo a escupir una calle?
Oui. ¿Podrá creer que es la única capital que tiene una calle con ese nombre?

Hitachi


Julio César Guianze




“Después de pagar, Gastón y Franquito cruzaron la calle con la caja y las latas. Esquivaron la boletería y se sentaron en el mismo banco de siempre: el que está debajo del alero y de espaldas al nicho de vidrio de la virgen de Luján, que los miraba fijo, sordomuda, con los ojos de yeso pintado, como si tratara de evangelizarlos telepáticamente.
Abrieron la caja y destaparon las latas sin hacer caso del semicírculo de asco, murmullos y risitas que se armó cuando el tufo empezó a crecer.”

El estampido de la entraña oriental


W. Darío Amaral



“El neouruguayo será por sobre todas las cosas, un lumpen trasterrado sí, embestido de un desamparo tan indómito como la noche que lo doblegará hasta diluirlo en el reflejo imperturbable de un exótico mar egeo. Y allí, en el azogue de la ribera, sin pampero, sin cruceras que se mordisqueen su propia cola, sin octavas ni lanza de tacuara a la que aferrase, ha de fenecer tan leve como un adagio, sin que nada, nadie y ninguno le rememore quien pudo haber llegado a ser en otras lejanas latitudes y calzando un par de zapatos de otra talla y suela. A fin de cuentas, cada individuo es, tras un acicate de gracia, también un himno destruido.”

Alambre de púa / Razor Wire


Arlin Buyert
Traducción de Laura Chalar

La antología Alambre de púa / Razor Wire es un proyecto ambicioso y compasivo, que Arlin Buyert inflama con la autenticidad de su experiencia en desarrollar un programa de poesía en el Penal de Lansing. Quienes hablan son hermanos, hijos, amigos. Culpables o inocentes, cada uno de ellos guarda en su mente “recuerdos rotos que dejan sin aire a [su] corazón”. ¿Qué puede hacer cualquiera de nosotros cuando se equivoca en una nota? Como hace la hija de un recluso, recordada siempre al piano: empezar de vuelta. Estos poemas nos recuerdan que las palabras pueden darnos segundas oportunidades. Pueden salvarnos.

               
 Razor Wire Anthology is an ambitious and compassionate project, one Arlin Buyert infuses with the authenticity that comes from his experience facilitating a poetry program at Lansing Prison.  The speakers are brothers, sons, friends.  Guilty or innocent, each holds in his mind “ruptured memories squeezing the air from [his] heart.”  What can any of us do when we miss a note?  Like one inmate’s daughter, remembered best at the piano: start over.  These poems remind us that words can give us second chances. They can save us.

Melissa Fite Johnson

46 cuentos

Arturo Rodrigo Farinha


Llámalo libre albedrío, destino o karma. A Matías no le salían bien las cosas desde hacía mucho tiempo. Era un muchacho delgado de 25 años, de cabello negro y ojos grises. Había abandonado los estudios hacía un largo tiempo y desde entonces había saltado de trabajo en trabajo sin éxito. Ahora se desempeñaba como mensajero en una empresa. Su labor consistía en arrastrar un carrito conteniendo sobres y paquetes que dejaba sobre los escritorios de los empleados o de las secretarias de los ejecutivos. Trabajo tedioso si los hay, pero que Matías cumplía con placer. La monotonía de la tarea lo relajaba y le permitía ver a Lucía, una administrativa del tercer piso que lo tenía fascinado.

Cuando eso acecha


Andrea Arismendi Miraballes
Prólogo de Gustavo Espinosa


Ella era silvestre como aquellos ratones que una vez encontró en un nido abandonado (seguramente la mamá ratona habría sido cazada por algún otro bicho, más grande e incapaz de valorar el infortunio de sus hijitos) y que Norma, su madre, luego de unos días ahogó en un balde rebosante de agua porque sostenía que se iban a morir de hambre igual. Juanita no supo qué hacer para defenderlos. 

Confesiones crudas de una treintañera


Victoria Vera
Ilustraciones de Florencia Parada
Prólogo de María Esther Burgueño



Soy la astronauta a la que se le cortó el cable que la unía a la nave espacial.

Uruguay se filma. Prácticas documentales (1920-1990)


Georgina Torello (Editora)

“En el caso de países cuyas tradiciones cinematográficas —antes que una evidencia reflejada en las antiguas carteleras de los diarios y en las memorias audiovisuales de varias generaciones de ciudadanos— son auténticos objetos por construir, la necesidad de historias nacionales que organicen una filmografía dispersa, y en ocasiones diezmada por múltiples causas, resulta imperiosa. En este aspecto, entre otros, reside la profunda originalidad de Uruguay se filma. Prácticas documentales (1920-1990).”


 Del posfacio de Pablo Piedras