Dos cuadras sin aire

El monstruo sigue vivo


Ana G. Broggio -  Ma. Ximena Rodríguez Molinari



En 1818 una mujer joven escribió una novela de alcances insospechados. Lo hizo en la Europa post napoleónica y agonizante, marcada por la escasez, el frío y el desencanto. Fue una época de entierros prematuros y ahogados aparentes que luego resucitaban, de disecciones y discusiones sobre anatomía, de traficantes de cuerpos, del galvanismo y de la búsqueda incesante de una respuesta para el misterio de la vida.
Vivimos en un mundo de mitos y discursos que interpretan la realidad y es tal la fuerza de esas construcciones que son el cristal por donde observamos el devenir de las cosas. Si estas narraciones son ciertas o no, poco importa, ya que reflejan saberes, temores y estereotipos que nos constituyen.
Hoy, como creadores de “monstruos”, robots, androides, replicantes o ciborgs tenemos nuevos “espejos negros” para contemplarnos como especie. La pregunta que queda en el aire es: ¿hasta qué punto nos hacemos responsables del devenir de nuestras creaciones? O bien, ¿nuestras creaciones deberán hacerse responsables de nosotros?