De Jules Suprevielle

—Y ahora, ¿se puede
saber de dónde viene usted?— preguntó el Gran Mojado, que se mantenía de perfil
a ella, según exigían las costumbres de los Chorreantes cuando un hombre se
dirigía a una jovencita.
—Ya no sé nada de mí,
ni siquiera mi nombre.
—Pues bien, será la Desconocida del Sena,
eso es todo. Créame que nosotros tampoco sabemos mucho más sobre nosotros
mismos. Sepa solamente que aquí hay una gran colonia de Chorreantes donde no será
infeliz.